Ingeniería genética: optimizan biofertilizantes para mejorar el rendimiento agrícola

Un equipo internacional de científicos, liderado por Nicolás Ayub, investigador del CONICET, logró una modificación genética en un bioinoculante ampliamente utilizado en Argentina, que podría incrementar hasta un 6% la producción de soja. Ayub, que trabaja en el Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (IABIMO, CONICET-INTA), se encuentra evaluando el impacto de esta nueva versión mejorada de biofertilizante.

La Plata, 23 Jul (Por InfoGEI).- Utilizando la herramienta de edición genética CRISPR/Cas9, los investigadores intervinieron la cepa E109 de Bradyrhizobium japonicum, una bacteria que fija nitrógeno, aumentando así su efecto beneficioso en el cultivo. “Somos el primer equipo en el mundo en aplicar CRISPR/Cas9 en bacterias de alto valor agronómico”, destacó Ayub.

Estas bacterias editadas no contienen ADN externo, por lo que no serían clasificadas como organismos genéticamente modificados (OGM) en muchos países productores de alimentos como Brasil, EE.UU., China, India, Australia, Indonesia y Bangladesh. Esto facilitaría su futura aprobación y comercialización.

La iniciativa forma parte de una plataforma internacional que impulsa mejoras en biofertilizantes, bioinsecticidas y biofungicidas. El proyecto cuenta con la participación de instituciones científicas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Uruguay y España, y es financiado por FONTAGRO, un fondo que apoya el desarrollo tecnológico agropecuario en América Latina y el Caribe.

Ventajas económicas y ambientales

Además del aumento en la productividad, estos biofertilizantes editados representan una alternativa más económica frente a los fertilizantes químicos, como el nitrógeno sintético. Ayub señala que el precio del gas natural y sus derivados ha subido considerablemente en las últimas décadas, mientras que los valores de los cultivos se mantuvieron estables. A eso se suma que los bioinoculantes no provocan contaminación ambiental.

Nuevas cepas naturales

Aunque los rizobios no editados ya han contribuido notablemente a la agricultura, Ayub advierte que no se han encontrado nuevas cepas naturales más eficaces en más de 20 años. “La cepa E109, que se usa en soja, fue aislada a principios de los ’90 y aún no hay otra que la supere. Es evidente que con el enfoque tradicional llegamos a un límite, y necesitamos aplicar nuevas tecnologías para seguir avanzando”, explicó.

El nuevo biofertilizante no solo mejora la disponibilidad de nitrógeno en el suelo, sino que también ayuda a descomponer glifosato y a reducir las emisiones de óxido nitroso. Esto permite bajar los costos en los esquemas de rotación con cereales.

Primeras conclusiones

Ayub también subrayó que la técnica CRISPR/Cas9 permite realizar modificaciones mínimas —como cambiar una letra en un texto— dentro del propio ADN de la bacteria, sin incorporar material genético externo, como ocurre en los transgénicos. Esto reduce el tiempo y los gastos para que la tecnología esté disponible en el mercado.

Los científicos estiman que la primera generación de biofertilizantes editados para soja y alfalfa podría lanzarse comercialmente en aproximadamente un año, ya que se inscriben como productos tradicionales y no transgénicos. Además, ya trabajan en una segunda generación orientada a reemplazar el uso de nitrógeno sintético en cultivos como trigo, maíz y arroz, y en probióticos editados para disminuir la emisión de metano en el ganado. (InfoGEI)Jd